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martes, 17 de enero de 2012

El Costa Concordia


El naufragio del Costa Concordia es una magnífica metáfora para explicar la situación en nuestro país y allende de los mares. El barco no se ha hundido del todo como se puede apreciar en las innumerables fotos y vídeos que a diario nos regalan los medios.

El atrevimiento y la desfachatez del comandante de dicho buque en salirse de su ruta habitual me ha hecho formularme la pregunta de siempre: ¿hacia dónde vamos?
¿Nos comportamos como si viviésemos una segunda belle époque? Recordemos el progreso durante las décadas anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial. Recordemos los innumerables inventos que salieron a la luz entre 1870 y 1914. La creciente burguesía y la felicidad desbordante en los cafés y los clubes de Paris, Viena o Londres. Europa lo era todo con sus todavía vigentes grandes imperios. Pero todo tuvo su fin porque los problemas llegaron en forma de fricciones territoriales y la imparable lógica de caída de sus imperios cuando no su lenta descomposición durante lustros. Lógica que siempre se ha cumplido en nuestros pocos miles años de historia en nuestro planeta.

La fiesta siempre se acaba y parece que el Viejo Continente está tardando en entender eso. Una Europa que ha dejado entrever sus límites cuando una gran crisis la ha asolado y que al parecer venía del otro lado del Atlántico. Una crisis que ha desnudado los sistemas políticos de los soberanos. Una Europa de dos velocidades, sin rumbo y sembrada de tres grandes grupos ideológicos tan inútiles como dispares: recalcitrantes anti europeístas, demagogos populistas y teóricos proeuropeos de salón. No hay debate de fondo ni reflexión de valor con esas corrientes.


Al margen que una voluntad conjunta comandada por actores tales como agencias de calificación, grandes bancos y corporaciones industriales haya propiciado la mayor crisis financiera desde 1929, parece que esta Europa formada solamente por las únicas voces de germanos y galos y dónde el control no puede pasar por una línea que no venga marcada por Berlín y París, no quiere adaptarse al mundo.

A esta Europa compleja e ideológica cuna de la civilización pero todavía no exenta de las voces y las bombas que resuenan en la grandes avenidas de Paris o Londres quizás le falte tiempo. ¿Somos demasiado viejos? ¿Quizás tengamos que iniciar otro gran éxodo hacia las nuevas tierras prometidas de hoy? Brasil o Australia esperan.


miércoles, 11 de enero de 2012

Intentos

Ha sido una larga excursión en solitario por intrínsecos caminos de piedras y abundantes fangales, más oscuros por las amenazadoras sombras de los tilos y los castaños. Agotado ya y muy cerca del mar por el salitre en el aire, supero el linde del frondoso bosque y las primeras edificaciones vegetales se alzan tan sólo a ambos lados del camino. Sigo por un tiempo indeterminado hasta que llego a un claro, abierto como una herida en la tierra. Allí descubro una extraña cruz de piedra rojiza, antaño roja pero ya comida por la sal y volteada por helechos y malas hierbas. 

Sentado en el último escalón de tres que ascienden hasta ella y mientras el mar se abre ante mí en lo que parece una caída imposible, medito o intento. Algunas embarcaciones de vela se alejan por la línea del horizonte bajo un lienzo azul salpicado de forma intermitente por bandas de gaviotas que como níveas flechas vuelan sin aparente rumbo.

Frente al mar, universal esperanza de todos, puedo dejar correr el tiempo sin peligro, abandonado a mi propia suerte o más bien encandilado de mí mismo, absorto, párasito de mis propios vagos pensamientos. 

En la base de la cruz hay una maltrecha inscripción que reza Nunc Dimittis y que me hace recordar un antiguo relato de terror de la escritora estadounidense Tanith Lee.

lunes, 9 de enero de 2012

Siempre estás tú

Hay un lugar dónde los vientos de poniente y levante se unen
y el canto de las alondras perdura en todas las estaciones.
En un sordo lienzo de estrellas con sus colas quebradas en llamas
las palabras se pierden para siempre.

Pero allí siempre estás tú.

Dorada ternura de tu sonrisa
renacer de la orilla primigenia
infinita metamorfosis en el aire
allí siempre estás tú.


En cada historia infantil jamás contada
en cada camino jamás pisado
en cada castillo sitiado por mil corazones de hierro
allí siempre estás tú.